Como muy bien ha sabido captar nuestro reportero Fernando Ibáñez de Elejalde, una de las ventajas (o inconvenientes) de pertenecer a una sociedad como la nuestra, con una historia tan larga y unos criterios estéticos tan cambiantes, es que uno puede encontrarse con cierta facilidad con un grupo de cuatro txirrindularis tan lucidos como los de la foto, vestido cada uno de ellos con un maillot oficial y diferente de la SCB.

Aunque esto, a juzgar por el gesto del aficionado sentado al fondo, no guste a todo el mundo, conviene resaltar que algunas de nuestras señas de identidad, aunque hayan pretendido ocultarse, siguen mostrándose bien patentes.

Sí, en efecto, nos referimos a esa bebida